UNA FOTO CADA DÍA · REFLEXIÓN

Empieza a caer el sol y el cielo se va oscureciendo mientras lo veo irse por mi ventana. De a poco, las luces del exterior comienzan a encenderse. Primero los faroles y luego las luces dentro las casas.

Observo detalladamente las ventanas de mis vecinos, las tejas de sus casas y los árboles que las rodean. El invierno fue dejando las tejas descoloridas y los árboles secos y pelados. Los días son grises y fríos. 

Miro por la ventana y pienso: allá afuera todo es incierto, pero adentro también. Ya van varios meses de encierro y el invierno, tampoco me invita a salir. Mi ventana se convirtió en mi conexión con el afuera. Mirando a través de ella me entero si es de día o de noche, si hay viento o está templado, si llueve o sale el sol. 

Sigo observando. El cielo tiene mil formas, a veces despejado, a veces nublado, otras las nubes lo tapan y algunas veces, dejan que se cuele el sol. Es siempre el mismo cielo, es cierto, pero nunca es igual. ¿Habrá dos nubes que sean iguales?, ¿cuántas formas distintas puedo encontrar si las miro bien?, ¿infinitas?, ¿y mis vecinos, alguno estará mirando este mismo cielo?.


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