After Virtual · Sueño de Cuarentena

Ese mismo día, mientras hablábamos habitualmente como lo hacemos con mis compañeros de trabajo, surgió la idea de "juntarse" a la noche. Sí, digo "juntarse" porque ahora juntarse se trata de conectarnos todos a la misma hora y charlar a través de la pantalla de nuestros teléfonos. Típicamente mío y a pesar de sus insistencias, desistí del plan (que en realidad nunca había aceptado) y me fui a dormir. Al rato me suena el teléfono, era mi compañera. Tal vez fue porque me agarró medio dormida, tal vez por su envidiable capacidad para persuadir a las personas o tal vez porque en el fondo, esto de no tener contacto con otras personas hace varios meses ya me está generando una necesidad imperiosa de contacto, sea por el motivo que fuera, terminé aceptando que vengan a casa.
"Está bien. Pero solo ustedes y Juan, y hablamos bajito porque no quiero tener quilombos en el edificio", dije.
"Sí. No te preocupes sólo somos nosotros y tal vez Jan trae una amiga", me retruca ella.
"No", le digo. "Mi casa es chica, estamos en cuarentena y no quiero líos", le repito.
Me quedo un rato tirada en la cama pensando sí es realmente una buena decisión y pienso "Y bueno, en algún momento iba a pasar, es inevitable. Se quedan un rato y los hecho rápido".
Al rato me suena el teléfono y me llama otra de mis compañeras: "Al final voy a ir con unas amigas y Juan va a ir con unos amigos, pero no te preocupes son todos conocidos", me dice.
"Me van a matar lo vecinos. Estás loca" le digo.
Pero ya era muy tarde. Suena el timbre. Atiendo.
"¿Quién es?" pregunto.
"Juan". Me responde.
"Ahí bajo le digo".
Bajo y ahí estaba mi compañero con dos amigos, un poco molesta les abro y los hago subir.
Vuelve a sonar el timbre. Bajo y me encuentro con la misma secuencia pero esta vez era mi compañera con otras amigas. Suena timbre de nuevo. De repente, la situación se empezó a salir de control. De un momento a otro, mi casa se empezó a llenar de desconocidos que irrumpían furiosamente con latas y botellas de cerveza. Llegaban en grupos de a 2, de a 5, después de a 10. Mi casa, en un segundo, se convirtió en un infierno. Todos gritaban y ponían música a volúmenes prominentes. Por la puerta no paraba de entrar gente y el tamaño minúsculo de mi casa se iba haciendo cada vez más evidente. Se reían descontroladamente, tocaban mis cosas y ensuciaban el piso con sus bebidas. Yo les gritaba y les pedía que se fueran pero a nadie parecía importarle.
Estaba nerviosa y muy enojada. Trataba de hablar con mis compañeros de trabajo pero éstos, me ignoraban. Para ellos ésta, era la fiesta del año. Para mí, una pesadilla. Me dolía la cabeza y tenía nauseas. Trato de cruzar el pasillo para llegar al baño pero parecía imposible. Había gente por todos lados. Intento empujarlos para pasar pero es en vano. Después de luchar con la masa de gente, logro llegar al baño pero la puerta estaba cerrada con traba. Golpeo la puerta y nada. En un acto de desesperación la pateo fuertemente pero obtengo el mismo resultado: nada.
Siento como la ira se apodera de mí. La sangre acumulada en mi cerebro se hierve. Siento que voy a explotar. Comienzo a empujar y a golpear frenéticamente la puerta hasta que la misma se desprende por completo y en un ruido fuerte y seco cae contra el piso. Termino cayendo con el impulso de la misma. Levanto la mirada y para mi sospecha, compruebo que no hay nadie ahí dentro. De hecho, parecía ser el único territorio de mi casa que no había sido penetrado por extraños. Me incorporo con dificultad y me doy vuelta para mirar hacia el pasillo pero ya todos se habían desvanecido.




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